Además de los papeles y las llaves, sabes que el carro es tuyo porque conoces «las mañas» que tiene, como la puerta del conductor que no abre y tenes que disimular con caballerosidad al abrir primero la puerta del pasajero. Sabes que el rayón junto al retrovisor es nuevo y maldecís a quién se lo hizo. En resumen, el carro es tuyo entre otras razones porque lo conoces y porque lo conoces te apropias de él, se convierte en una extensión de tu forma de vida y hasta de quien eres.
De la misma forma conocer la ciudad en donde vives se convierte en un ejercicio de apropiación: porque la conoces la sientes tuya, y porque es tuya te importa. A partir de que te apropias de la ciudad te indigna que rompan monumentos, que vandalicen espacios públicos o que falten los espacios que necesitas: para caminar, para descansar, o para convivir en paz (sin encerrarte en esas fortalezas llamadas centros comerciales).
Discutir sobre el transporte toma otra perspectiva cuando abandonas por un momento tu auto y te conviertes en peatón, en que cruzas a pie una calle que solo has recorrido en auto o te subes por primera vez a un transmetro.
Hablar de historia se vuelve un hecho cotidiano cuando podes reconocer la historia que la ciudad te cuenta en el camino a tu trabajo, cuando el monumento de ‘el tipo anónimo rodeado de mujeres y leones’ pasa a tener nombre, a ser Miguel García Granados acompañado de la libertad, la paz, la justicia y por la república que, en un arranque de inspiración del escultor, se representó de pie.
La ciudad es tuya solo cuando la conoces, y solo cuando es tuya la podes cambiar.
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