enero 1, 2014

Sin rutina bajo el brazo

Estoy escribiendo, como no lo hice ayer y como no lo hice antes de ayer. De hecho, estoy escribiendo como no lo había hecho hace meses, años si me permites ser dramático.

No me gusta la rutina, y lo digo no como una expresión caprichosa sino como un descubrimiento de los años. Sin embargo me sirve.

Mentiría si digo la fecha en que lo descubrí porque no lo recuerdo, sería hace tres o cuatro años, cuando me descubrí sin rutina y como era de esperarse… me asusté. Si, como si me hubiese descubierto sin apellido o con nueve dedos en las manos. La primera señal vino de los amigos, señales ambiguas y confusas: duermes mucho, duermes poco; comes mucho, comes poco; sos diseñador, sos programador; estas trabajando, estas descansando. Quisé dar explicaciones hasta que me canse de explicar algo que ni yo mismo entendía.

Hice lo mismo que tú harías si estas perdido: regresar sobre tus pasos, buscas el primer camino y caminas recto tan rápidamente como sea posible hasta encontrar algo conocido, pero como dijo Saramago: no por caminar recto se va menos perdido. Forzarme a seguir una rutina no funcionó, es demasiado escurridiza y si la mantenía un día la perdía al siguiente. Horarios, alarmas, notas, lo intenté todo y siempre encontraba como escaparse. Ni Cortazar hubiese podido describir a ese ser tan escurridizo que resulto ser la rutina, pareciese que todos la conservan pero nadie explica cómo. ¿Será un secreto a voces?.

La rutina es una palabra de doble filo, una palabra que los «rebeldes» usan para burlarse de «los borregos» —esa gente que sigue a otra gente sin cuestionarse por qué la sigue en primer lugar— pero también es una forma de nombrar al camino que lleva hacía el dominio. Haz algo repetidamente durante un período considerablemente grande de tiempo y lo dominarás, punto. Lo descubrirás porque eso que hacías al inicio no es tan bueno como lo que haces ahora, cualquiera lo puede decir pero solo tú sabrás cómo sucedió, y como puede suceder de nuevo. Sí eres perspicaz habrás notado, lector, que no es el primer filo el que me interesa sino el segundo. Es el filo que me sirve contra esta lucha que es la satisfacción propia, la rutina es la practica que hará al maestro.

Es el dominio de nuestras habilidades el que nos da la libertad de elegir y responder ante esa elección, pero alcanzarlo requiere más que deseo, requiere practica, repetición, en una palabra: rutina.

Hoy comienzo un reto grande, hoy es el primer día de un reto que no llamaré «Un texto diario», no señor, se llamará «El día que tomé La Rutina». Deséame buen viaje.

Mientras escribía este texto no escuchaba nada, pero venía de escuchar a Bunbury y la entrevista que dio en New York, qué igual hubiese sido interesante en cualquier parte del mundo.

Imagen por andreasmarx bajo licencia Creative Commons by-nc-dc

1 comentario

  • Que bueno querido escritor, haz descubierto que lo que se repite se desarrolla, es disciplina te da la mejores aprendizajes. Se vive y se cuestiona cada vez que haces. Es el día a día de lo que haces, pero sabes una cosa me cuesta entender cuando lo hago.

Comments are closed.